San José


San José fue un “hombre justo”. La humildad define siempre la relación con su esposa y con su hijo. No le gusta el protagonismo, sino el trabajo sencillo y el servicio oculto. San José tiene la gracia de la prudencia, pondera las situaciones, da valor a lo más importante y, cuando no entiende el misterio, prefiere retirarse silenciosamente. Nada de críticas ni discusiones. San José tiene la luz de la fe. Se fía de las personas y se fía sobre todo de la palabra de Dios, aunque no entienda. Esta fe le lleva, como a María, a una obediencia difícil y comprometida. San José tiene el encanto del respeto y de la fidelidad. No entiende, pero respeta a su mujer. Para él la persona está por encima de la ley y de la sospecha. Respeta a la persona y a las situaciones. San José tiene la grandeza del amor. Un amor hecho acogida, solicitud, paciencia, generosidad y entrega. Explicado el misterio, acepta sin condiciones. El amor que sentía por María se purifica y crece. Y por el hijo se gastará del todo. La celebración de la fiesta de San José nos ofrece un ejemplo de santidad: su humildad, su fidelidad, su entrega a Dios y a la familia, nos están diciendo que ante Dios solamente son válidos estos títulos y cualidades, y no los valores que puede otorgar la sociedad en la que vivimos.

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