Domingo 3 agosto 08

DADLES VOSOTROS DE COMER
Jesús no vive de espaldas a la gente, encerrado en sus ocupaciones religiosas, e indiferente al dolor de aquel pueblo. «Ve el gentío, le da lástima y cura a los enfermos». Su experiencia de Dios le hace vivir aliviando el sufrimiento de aquellas pobres gentes. Así ha de vivir la Iglesia que quiera hacer presente a Jesús en el mundo de hoy.

Los discípulos le dicen: «Es muy tarde; lo mejor es “despedir” a la gente y que cada uno se “compre” algo de comer». No han aprendido nada de Jesús, se desentienden. Jesús les replica: «Dadles vosotros de comer». Dios quiere que todos sus hijos e hijas tengan pan, también quienes no lo pueden comprar.

Entre la gente sólo hay cinco panes y dos peces. Para Jesús es suficiente: si compartimos lo poco que tenemos, se puede saciar el hambre de todos; incluso, pueden «sobrar» doce cestos de pan. Esta es su alternativa. Una sociedad más humana, capaz de compartir su pan con los hambrientos, tendrá recursos suficientes para todos.

27 junio 08


UN TESORO POR DESCUBRIR Mt 13, 44-52
No todos se entusiasmaban con el proyecto de Jesús. ¿Es razonable seguirle? Jesús con esta parábola, se dirige a los que permanecen indiferentes, a los que no se deciden ante su anuncio del reino. Quería sembrar en todos, un interrogante: ¿no habrá en la vida un «secreto» que todavía no hemos descubierto?
Todos entendieron la parábola de aquel labrador pobre que, estando cavando en una tierra que no era suya, encontró un tesoro escondido. No se lo pensó dos veces. Era la ocasión de su vida. No la podía desaprovechar. Vendió todo lo que tenía y, lleno de alegría, se hizo con la tierra y con el tesoro.
¿Será Dios así?, ¿será esto encontrarse con él?, ¿descubrir un «tesoro» más interesante y atractivo que todo lo que nosotros estamos viviendo y disfrutando?
Jesús estaba comunicando su experiencia de Dios: lo que había transformado por entero su vida. En esto consiste seguirle: encontrar lo esencial, tener la inmensa fortuna de hallar lo que puede llenar la vida del ser humano.
Mucha gente está abandonando la religión sin haber saboreado a Dios. Si uno no ha vivido la experiencia que refleja la parábola, la religión es un aburrimiento, una carga. No merece la pena.

Santiago Apostol

«Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres; por algo somos testigos del mensaje evangélico»

«El apóstol de Cristo es perseguido, pero nunca aplastado ni derrotado»

«Mi cáliz lo beberéis, pero quien quiera ser el primero, que se haga servidor de todos»

Benedicto XVI en Sidney a los jóvenes

Queridos jóvenes

Es una alegría poderos saludar aquí, en Barangaroo, a orillas de la magnífica bahía de Sydney. La variedad de Naciones y culturas de las que provenís demuestra que verdaderamente la Buena Nueva de Cristo ha llegado a los confines de la tierra. Sin embargo, también sé que muchos de vosotros estáis aún en búsqueda. Algunos no sois católicos o cristianos. Otros, tal vez, os movéis en los aledaños de la vida de la parroquia. A vosotros deseo ofrecer mi llamamiento: acercaos al abrazo amoroso de Cristo; reconoced a la Iglesia como vuestra casa. Nadie está obligado a quedarse fuera, puesto que desde el día de Pentecostés la Iglesia es una y universal.

Deseo hacer llegar mi saludo a los que no están aquí presentes. Pienso especialmente en los enfermos o los minusválidos psíquicos, a los jóvenes en prisión, a los que están marginados por nuestra sociedad y a los que por cualquier razón se sienten ajenos a la Iglesia. A ellos les digo: Jesús está cerca de ti. Siente su abrazo que cura, su compasión, su misericordia.
Para mí, este vuelo ha sido en cierta medida motivo de aprensión. Sin embargo, la vista de nuestro planeta desde lo alto ha sido verdaderamente magnífica. El relampagueo del Mediterráneo, la magnificencia del desierto norteafricano, la exuberante selva de Asia, la inmensidad del océano Pacífico, el horizonte sobre el que surge y se pone el sol, el majestuoso esplendor de la belleza natural de Australia, todo eso que he podido disfrutar durante dos días, ¿cómo no hacerse eco de las palabras del Salmista que alaba al Creador: «!Qué admirable es tu nombre en toda la tierra!» (Sal 8,2)?

También hay heridas que marcan la superficie de la tierra: la erosión, la deforestación, el derroche de los recursos minerales y marinos para alimentar un consumismo insaciable. Algunos de vosotros provienen de islas, cuya existencia está amenazada por el aumento del nivel de las aguas; otros de naciones que sufren los efectos de sequías desoladoras. La maravillosa creación de Dios es percibida a veces como algo hostil, incluso como algo peligroso. ¿Cómo es posible que lo que es «bueno» pueda aparecer amenazador?

Pero, ¿qué decir del ser humano, cumbre de la creación de Dios? Vemos cada día los logros del ingenio humano. La calidad de la vida de la gente crece constantemente de muchas maneras. También entre vosotros hay una gran disponibilidad para acoger las numerosas oportunidades que se os ofrecen. Algunos de vosotros destacan en los estudios, en el deporte, en la música, la danza o el teatro; otros tienen un agudo sentido de la justicia social y de la ética, y muchos asumen compromisos de servicio y voluntariado. Todos nosotros, jóvenes y ancianos, tenemos momentos en los que la bondad innata de la persona humana nos llena de profunda alegría y gratitud.

Sin embargo, estos momentos no duran mucho. Por eso, hemos de reflexionar: el entorno natural y el social tiene sus cicatrices; heridas que indican que algo no está en su sitio. También en nuestra vida personal y en nuestras comunidades podemos encontrar hostilidades, divisiones, conflictos que amenazan. Los ejemplos abundan, como bien sabéis: el abuso de alcohol y de drogas, la exaltación de la violencia y la degradación sexual.

Queridos amigos, la vida no está gobernada por el azar, no es casual. Vuestra existencia personal ha sido querida por Dios, bendecida por él y con un objetivo que se le ha dado (cf. Gn 1,28). La vida no es una simple sucesión de hechos y experiencias. Es una búsqueda. Hacemos nuestras opciones, ejercemos nuestra libertad para encontrar felicidad y alegría. No os dejéis engañar por los que ven en vosotros simplemente consumidores en un mercado de múltiples posibilidades. Cristo ofrece más.

El día del Bautismo, Dios os ha introducido en su misma vida. Queridos amigos, en casa, en la escuela, en la universidad, en los lugares de trabajo y diversión, recordad que sois criaturas nuevas. Cómo cristianos, estáis en este mundo sabiendo que Dios tiene un rostro humano, Jesucristo, el «camino» que conduce a la felicidad y la «vida» llena de sentido.

Hoy muchos sostienen que a Dios se le debe “dejar en el banquillo”, y que la religión y la fe, aunque convenientes para los individuos, han de ser excluidas de la vida pública, o consideradas sólo para lograr algunos objetivos concretos.

Queridos amigos, la creación de Dios es única y es buena. La preocupación por la no violencia, el desarrollo sostenible, la justicia y la paz, el cuidado de nuestro entorno, son de vital importancia para la humanidad. Pero todo esto no se puede comprender prescindiendo de una profunda reflexión sobre la dignidad innata de toda vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural, una dignidad que da Dios mismo y, por tanto, inviolable. Nuestro mundo está cansado de la codicia, de la explotación y de la división, de falsos ídolos y respuestas parciales, y de la pesadumbre de falsas promesas.

Queremos una vida donde reine el amor, donde se compartan los dones, donde se construya la unidad, donde la libertad tenga su propio significado en la verdad, y donde la identidad se encuentre en una comunión respetuosa. Esta es obra del Espíritu Santo. Ésta es la esperanza que ofrece el Evangelio de Jesucristo. Habéis sido recreados en el Bautismo y fortalecidos con los dones del Espíritu en la Confirmación precisamente para dar testimonio de esta realidad. Que sea éste el mensaje que vosotros llevéis al mundo desde Sydney.




Domingo 20 julio 08 TRIGO Y CIZAÑA

Pese a la advertencia de Jesús, una y otra vez caemos los cristianos en la vieja tentación de pretender separar el trigo y la cizaña, de creernos nosotros «trigo limpio» y de acusar a otros de ser «cizaña».

El mundo es un campo donde se siembran diferentes semillas. La semilla del Reino de Dios crece ahí, en esa vida y en ese mundo, a veces tan complejo. Ahí está Dios, ahí está su semilla creciendo, salvando.

El Reino de Dios no crece a base de lanzar excomuniones, ni condenando todo lo que no coincide con nuestro «dogma particular».

El Reino de Dios crece en cualquier rincón del mundo, por oscuro que parezca, donde se ama al ser humano y donde se lucha por su dignidad y bienestar. Al Reino de Dios le abriremos camino dejando que la fuerza del evangelio transforme nuestro estilo de vivir, de amar, de trabajar, de disfrutar, de luchar y de ser.

No nos toca a nosotros juzgar lo que es “trigo” y lo que es “cizaña” en este mundo. Las apariencias nos pueden engañar. Nuestra torpeza podría acabar con lo uno y con lo otro. No es tiempo de arrancar, ni de cosechar, es tiempo de crecer, de madurar, de dar fruto.
“Por sus frutos los conoceréis…” dice Jesús.

Decálogo de la convivencia

1.-Trata a lo demás como quieres que te traten a ti.
2.- Intenta estar siempre dispuesto a sonreír.
3.- Procura ser gentil y agradable al hablar.
4.- Trata de escuchar atentamente.
5.- Procura no discutir, sencillamente opinar.
6.- Cuida la puntualidad, sin reprochar a otros.
7.- Intenta ser jovial, voluntarioso, dinámico.
8.- Guarda para ti tus propias dificultades. En todo caso confíate a los amigos.
9.- Promete sólo cuando creas que puedes cumplir.
10.- Pide siempre “por favor” y no olvides decir “gracias”.

Una sonrisa

Una sonrisa cuesta poco y produce mucho. No empobrece a quien la da y enriquece a quien la recibe. Dura sólo un instante y perdura en el recuerdo eternamente. Es señal externa de la amistad profunda. Nadie hay tan rico que no pueda vivir sin ella, y nadie tan pobre que no la merezca. Una sonrisa alivia el cansancio, renueva las fuerzas y es consuelo en la tristeza. Una sonrisa tiene valor desde el comienzo en que se da. Si crees que a ti la sonrisa no te aporta nada, sé generoso y da la tuya, porque nadie tiene tanta necesidad de la sonrisa como quien no sabe sonreír. (Michel Quoist)

XV Domingo 13 julio 08 Hombres light

Todos conocemos esos productos modernos «rebajados» de su verdadero contenido: café descafeinado, leche descremada, tabaco sin nicotina. Alimentos y bebidas en forma «light», ligeros de calorías y atenuados en su fuerza natural.

Pues bien, según prestigiosos sociólogos y siquiatras, parece crecer entre nosotros un tipo de hombre «rebajado» de su verdadero contenido humano. Un hombre «light». Así llama el catedrático de psiquiatría E. Rojas a cierto tipo de hombre, fruto típico de la civilización contemporánea.
Se trata de un hombre relativamente bien informado, pero con escasa formación humanística. Muy atento a todo lo práctico, pero con poca hondura. Interesado por muchas cosas, pero sólo de manera superficial y ocasional. Un hombre ligero, cargado de tópicos, incapaz de hacer una síntesis personal de cuanto va llegando hasta él. Un ser con poca consistencia interna, que camina por la vida sin criterios básicos de conducta. Un hombre que ha escuchado tantas doctrinas y teorías, y ha visto tantos cambios y tan rápidos que ya no sabe a qué atenerse. Su actitud es: «qué más da», «todo es parecido», «para qué soñar».
Entonces se busca lo más fácil, lo más placentero, lo que se puede conseguir al instante con sólo mostrar la tarjeta de crédito. «Ahora dinero equivale a éxito. Ya no hay otras formas de triunfar socialmente».
No es difícil reconocer el perfil del hombre «light» en la parábola del sembrador. Hombres «sin raíces», en los que el evangelio o no puede penetrar o queda rápidamente ahogado «por los afanes de la vida y la seducción de las riquezas». Pero este hombre comienza a sentirse víctima de su propio vacío. Es un ser a la deriva, que está perdiendo hasta el gusto mismo de vivir.
El evangelio tiene hoy de nuevo su oportunidad. Es posible que muchas personas lo necesiten para vivir de manera más intensa y más sana. Sembrado con convicción, puede producir también hoy nuevos frutos.

Para vivir en paz con los que te rodean

1.- Acéptate tal como eres.

2.- Considera que has recibido, con toda probabilidad, más de lo que necesitas. No envidies a nadie.
3.- Acepta a los demás tal como son, empezando por los más cercanos: tu familia, tus amigos, tus compañeros, tus vecinos.
4.- Aprende a decir y a sentir lo bueno que hacen lo demás y dilo en voz alta, sin resentimientos ni temores.
5.- No te compares nunca con los demás, pues eso conduce al orgullo o a la desesperación, que nunca te harán feliz.
6.- Vive en la verdad sin temor a decir "sí" a lo que está bien y "no" a lo que está mal.
7.- Resuelve los problemas y los conflictos con el diálogo y nunca guardes rencor. El rencor te encierra en la tristeza.
8.- Empieza a dialogar con lo que nos une y, sólo después, ocúpate de lo que nos divide. Siempre son más las cosas que nos unen que las que nos separan.
9.- Da el primer paso, sin esperar a que lo dé el otro, y hazlo antes de que se haga de noche. Que no se ponga el sol sin que haber hecho las paces, sin el abrazo de la reconciliación.
10.- Ten bien por seguro y por cierto que perdonar y amar es siempre, siempre, más importante que tener razón.

Decálogo de la serenidad (Juan XXIII)

1.- Sólo por hoy trataré de vivir exclusivamente el día, sin querer resolver el problema de mi vida todo de una vez.

2.- Sólo por hoy tendré el máximo cuidado de mi aspecto: cortés en mis maneras, no criticaré a nadie y no pretenderé mejorar o disciplinar a nadie, sino a mí mismo.
3.- Sólo por hoy seré feliz en la certeza de que he sido creado para la felicidad, no sólo en el otro mundo, sino en éste también.
4.- Sólo por hoy me adaptaré a las circunstancias sin pretender que las circunstancias se adapten todas a mis deseos.
5.- Sólo por hoy dedicaré diez minutos de mi tiempo a una buena lectura; recordando que, como el alimento es necesario para la vida del cuerpo, así la buena lectura es necesaria para la vida del alma.
6.- Sólo por hoy haré una buena acción y no lo diré a nadie.
7.- Sólo por hoy haré por lo menos una cosa que no deseo hacer; y si me sintiera ofendido en mis sentimientos, procuraré que nadie se entere.
8.- Sólo por hoy me haré un programa detallado. Quizá no lo cumpliré cabalmente, pero lo redactaré. Y me guardaré de dos calamidades: la prisa y la indecisión.
9.- Sólo por hoy creeré firmemente –aunque las circunstancias demuestren lo contrario- que la buena providencia de Dios se ocupa de mí como si nadie existiera en el mundo.
10.- Sólo por hoy no tendré temores. De manera particular no tendré miedo de gozar de lo que es bello y creer en la bondad.
Puedo hacer bien durante doce horas lo que me descorazonaría si pensase tener que hacerlo durante toda mi vida.

De compras en verano


XIV domingo: 6 julio, descansar

Hay cansancios típicos en la sociedad actual que no se curan con las vacaciones. No desaparecen solo por irnos a descansar unos días. La razón es sencilla. Las vacaciones ayudan a rehacernos un poco, pero no pueden darnos el descanso interior, la paz y la tranquilidad que necesitamos.
Hay cansancios que provienen de un activismo agotador. No respetamos los ritmos naturales de la vida. Hacemos cada vez más cosas en menos tiempo. De un día queremos sacar dos. Y esperamos “recargar las pilas” en vacaciones. Es un error. Las vacaciones no sirven para resolver este cansancio. A la vuelta de vacaciones todo seguirá igual. Lo que necesitamos es ponernos un ritmo más humano, dejar de hacer algunas cosas, vivir más despacio y de manera más descansada.
Hay cansancios que nacen de la saturación. Vivimos un exceso de actividades, relaciones, citas, encuentros, comidas. El contestador automático, el móvil, el ordenador, el correo electrónico facilitan nuestro trabajo, y hacen que estemos en todas partes, siempre localizables, siempre «conectados». Es un error. Lo que necesitamos es aprender a elegir lo importante, no querer abarcarlo todo.
Hay cansancios difíciles de precisar. Vivimos cansados de nosotros mismos, hartos de nuestra mediocridad, cansados de no encontrar lo que deseamos. ¿Cómo nos van a curar unas vacaciones? Muchas veces venimos cansados hasta de vacaciones. Quizás sería bueno escuchar las palabras de Jesús: «Venid aquí los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré».

Tomás apóstol

Es conocido por su incredulidad, que se disipó en presencia de Cristo Resucitado. No sabemos nada de su vida, aparte de los indicios que nos ofrece el evangelio. Se dice que llevó el Evangelio a la India. Desde el S. VI se celebra el día 3 de julio el traslado de su cuerpo a Edesa.

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor”. Pero él contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo”. A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: “Paz a vosotros”. Luego dijo a Tomás: “Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente”. Contestó Tomás: “¡Señor mío y Dios mío!”. (Jn. 20, 24-28)

Señor Jesús, tú que no te asustas de nuestra falta de fe; tú que con paciencia te haces presente en nuestra vida, aunque estén cerradas nuestras puertas; tú que nos das la paz y motivos para creer; haz que sepamos reconocerte y poder decir como Tomás: “Señor mío y Dios mío”.