Nuestro gran pecado 17 domingo tiempo ordinario

Jn 6,1-15 La multiplicación de los panes es algo que todos los evangelistas recuerdan. Les conmovía pensar que aquel hombre de Dios se había preocupado de alimentar a una muchedumbre que se había quedado sin lo necesario para comer.

Jesús es el primero que piensa en el hambre de aquel gentío que ha acudido a escucharlo. Esta gente necesita comer; hay que hacer algo por ellos. Así era Jesús. Vivía pensando en las necesidades básicas del ser humano.

Felipe le hace ver que no tienen dinero. Los discípulos, todos son pobres: no pueden comprar pan para tantos. Jesús lo sabe. Los que tienen dinero no resolverán nunca el problema del hambre en el mundo. Se necesita algo más que dinero.

Jesús les va a ayudar a descubrir un camino diferente: antes que nada, es necesario que nadie acapare lo suyo para sí mismo, mientras haya otros que pasan hambre, aunque sólo sean «cinco panes de cebada y un par de peces».

Esa es la actitud de Jesús sencilla y humana. Pero, ¿quién nos va enseñar a nosotros a compartir, si solo sabemos comprar? ¿Quién nos va a liberar de nuestra indiferencia ante los que mueren de hambre? ¿Hay algo que nos pueda hacer más humanos? ¿Se producirá algún día ese "milagro" de la solidaridad real entre todos?

Jesús piensa en Dios, por eso, toma los alimentos que han recogido en el grupo, «levanta los ojos al cielo y dice la acción de gracias». La Tierra y todo lo que nos alimenta lo hemos recibido de Dios. Es regalo del Padre destinado a todos sus hijos e hijas. Si vivimos privando a otros de lo que necesitan para vivir es que nos hemos olvidado de Dios, aunque recemos cada día. Es nuestro gran pecado que casi nunca confesamos.

Al compartir el pan de la Eucaristía, los primeros cristianos se sentían alimentados por Cristo resucitado, pero, al mismo tiempo, recordaban el gesto de Jesús y compartían sus bienes con los más necesitados. Se sentían hermanos. No habían olvidado todavía el Espíritu de Jesús.

Santiago Apóstol

Me gusta más la imagen de Santiago Apóstol, como peregrino, que como matamoros. La imágen de Santiago matamoros, surge con motivo de la Batalla de Clavijo, en la lucha contra los musulmanes: la fe del pueblo expresa así la cercanía y la fortaleza que le dio en dicha batalla Santiago Apóstol. Pero me gusta más verle como un peregrino: eso fue en verdad, alguien que iba llevando a todos la Buena Noticia del Amor de Dios, del Reino de Dios. La tradición dice que llegó hasta España. Felicidades a todos los santiagos.

Los valores del S. XXI








Estas iluistraciones son de QUINO.

16 Domingo Tiempo Ordinario. 19 julio 09


Lectura del libro del profeta Jeremías 23,1-6

¡Ay de los pastores que dispersan
y dejan perecer las ovejas de mi rebaño!
-oráculo del Señor-.
Por eso, así dice el Señor, Dios de Israel:
- A los pastores que pastorean a mi pueblo:
vosotros dispersasteis mis ovejas,
las expulsasteis, no las guardasteis;
pues yo os tomaré cuentas,
por la maldad de vuestras acciones
-oráculo del Señor-.
Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas,
de todos los países adonde las expulsé,
y las volveré a traer a sus dehesas,
para que crezcan y se multipliquen.
Les pondré pastores que las pastoreen:
ya no temerán ni se espantarán
y ninguna se perderá -oráculo del Señor-.
Mirad que llegan días -oráculo del Señor-
en que suscitaré a David un vástago legítimo:
reinará como rey prudente,
hará justicia y derecho en la tierra.
En sus días se salvará Judá,
Israel habitará seguro.
Y lo llamarán con este nombre:
«El-Señor-nuestra-justicia».
SALMO 22 1-3a. 3b-4. 5. 6

R. El Señor es mi Pastor, nada me falta.

El Señor es mi Pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.

Preparas una mesa ante mí
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.