Domingo 15 febrero

Marcos 1, 40 - 45
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:
- «Si quieres, puedes limpiarme.»
Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo:
«Quiero: queda limpio.»

DIOS ACOGE A LOS «IMPUROS»

Un leproso «se acerca a Jesús». Según la ley, no puede entrar en contacto con nadie. Es un «impuro» y ha de vivir aislado. Tampoco puede entrar en el templo.

A pesar de todo, este leproso desesperado, se atreve a desafiar todas las normas. Sabe que está obrando mal. Por eso, de rodillas, le pide: «Si quieres, puedes limpiarme». Sabe que Jesús lo puede curar, pero ¿querrá limpiarlo?

Jesús no se echa atrás, «se conmueve hasta las entrañas». ¿Cómo no va a querer limpiarlo él, que sólo vive movido por la compasión de Dios hacia sus hijas e hijos más indefensos y despreciados?

Sin dudarlo, «extiende la mano» hacia aquel hombre y «toca» su piel despreciada por los puros. Sabe que está prohibido por la ley: «Quiero: queda limpio».

Esto es lo que quiere Dios, encarnado en Jesús: limpiar el mundo de exclusiones. No es Dios quien excluye, sino nuestras leyes e instituciones. No es Dios quien margina, sino nosotros. En adelante, todos han de tener claro que a nadie se ha de excluir en nombre de Jesús.

Seguir a Jesús significa no retirar a ningún «excluido» nuestra acogida. Para Jesús, lo primero es la persona que sufre y no la norma.

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