Estar despierto 1º Domingo Adviento 30 nov

Es muy fácil vivir dormidos. Basta con hacer lo que hacen casi todos y dejarse llevar. Basta con repetir hasta caer en la rutina. Basta vivir buscando lo seguro. Basta defender nuestro pequeño bienestar. Esta manera de plantearse la vida nos va adormeciendo.

Llega un momento en que no sabemos ya reaccionar. Sentimos que nuestra vida está vacía. Y nos engañamos viviendo en movimiento continuo, buscando mil ocupaciones y actividades nuevas… Podemos gastar la vida entera «haciendo cosas» pero sin descubrir en ella nada que de verdad merezca la pena.

Tampoco la religión logra a veces despertar nuestra vida. Se puede practicar una «religión dormida» que da tranquilidad pero no vida. Vivimos tan ocupados en nuestros trabajos y desdichas que jamás tenemos un momento libre en el que podamos sentir qué es amar y compartir, qué es ser amables y solidarias.

Y sin vivir nada de esto, ¡queremos saber algo de Dios, tenerle de nuestro lado! Jesús nos dice: «despertad, vivid atentos y vigilantes pues se os puede pasar la vida sin enteraros de nada». No solemos escuchar a quien nos dice algo contrario a lo que pensamos. Y hoy pensamos que somos inteligentes y lúcidos, despiertos.

Para despertar es necesario conocernos mejor. Despertar es darnos cuenta de que vivimos dormidos. Lo importante para vivir despiertos es caminar más despacio, buscar el silencio y estar más atentos. Pero lo decisivo es vivir amando. Sólo quien ama vive intensamente, está despierto.

Para despertar de una «religión dormida» sólo hay un camino: buscar más allá de los ritos y las creencias.

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