21 junio 2009 XII domingo del tiempo ordinario


Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole: Maestro, ¿no te importa que nos hundamos? Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: ¡Silencio, cállate! El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: ¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no teneis fe? (Mc 4,35-40).

¿Dónde está la raíz de nuestra cobardía? ¿Por qué tenemos miedo ante el futuro? ¿Es porque nos falta fe en Jesucristo? El cristianismo se encuentra hoy en medio de una «fuerte tempestad » y el miedo comienza a apoderarse de nosotros. No nos atrevemos a pasar a «a otra orilla». La cultura moderna nos resulta un espacio extraño y hostil. El futuro nos da miedo. La creatividad parece prohibida. Algunos creen más seguro mirar hacia atrás para mejor ir adelante. Jesús nos puede sorprender a todos. El Resucitado tiene fuerza para inaugurar una fase nueva en la historia del cristianismo. Solo se nos pide fe. Una fe que nos libere de tanto miedo y cobardía, y nos comprometa a caminar tras las huellas de Jesús.


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