24 domingo del tiempo ordinario

Renuncia, sacrificio, esfuerzo, entrega, disciplina... Son palabras muy difíciles de entender en la sociedad actual. Lo importante es disfrutar de la vida al máximo, ahora mismo. Gozar de todo. No detenerse ante nada. Poseer siempre más. No perdernos nada que nos apetezca. ¿Cómo pueden resonar en nuestra sociedad las palabras de Jesús: «Mirad, el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por el evangelio, la salvará»? Hemos de entender bien la llamada de Jesús. No se trata de renunciar a esta vida terrena para alcanzar un día la del cielo. Lo que se le pide al discípulo es entender su vida en términos de entrega y no de posesión. Apostar por el amor y la solidaridad, y no por el egoísmo y el acaparamiento. Las palabras de Jesús son tajantes. Quien quiera «salvar» su tranquilidad, su cuenta corriente, su vida privada, sus intereses... al margen del evangelio, destruirá su vida para siempre. Se echará a perder como persona, pues está prescindiendo del amor. Por el contrario, quien sepa «perder» dinero, tiempo, comodidad, tranquilidad... por vivir el espíritu del evangelio, salvará su vida. Alcanzará la plenitud de la vida, pues su existencia se alimenta del amor.

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