
2º Domingo de adviento
La conversión es el núcleo del mensaje de Jesús, la pasión que animará su vida entera. Viene a decir así: "Comienza un tiempo nuevo. Se acerca Dios. No quiere dejaros solos frente a vuestros problemas y conflictos. Os quiere ver compartiendo la vida como hermanos. Acoged a Dios como Padre de todos. No olvidéis que estáis llamados a una Fiesta final en torno a su mesa".
"La Iglesia, al prestar ayuda al mundo y al recibir del mundo múltiple ayuda, no tiene más que una aspiración: que venga el reino de Dios y se realice la salvación del género humano” (Concilio Vaticano II).
La conversión no es sólo un cambio individual de cada uno, sino el clima que hemos de crear en la Iglesia, pues toda ella ha de vivir acogiendo el reino de Dios. Se trata de "buscar el reino de Dios y su justicia" en la sociedad.
No es suficiente cuidar la celebración digna de los "sacramentos" de la Iglesia. Es necesario, además, promover los "signos" del reino que Jesús practicaba: la acogida a los más débiles; la compasión hacia los que sufren; la creación de una sociedad reconciliada; el ofrecimiento gratuito del perdón; la defensa de toda persona.

Mateo 24,37-44 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: - Lo que pasó en tiempos de Noé, pasará cuando venga el Hijo del hombre. Antes del diluvio la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y, cuando menos lo esperaban, llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán. Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.
Eduardo Galeano. Bienaventuranzas
4º Domingo cuaresma 14 marzo 2010

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: - Ése acoge a los pecadores y come con ellos. Jesús les dijo esta parábola:
- Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: «Padre, dame la parte que me toca de la fortuna». El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de saciarse de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo: «Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros». Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo». Pero el padre dijo a sus criados: «Sacad enseguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado». Y empezaron el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: «Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud». Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: «Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo, que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado». El padre le dijo: «Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado».
EL PERDÓN DE DIOS
El hombre moderno está perdiendo la conciencia de pecado. Está perdiendo también la experiencia de sentirse perdonado por Dios, y quien desconoce el perdón de Dios se ve privado de una fuerza incomparable para reconciliarse con su pasado e iniciar una etapa nueva en su vida.
Son varios los obstáculos que pueden impedir a la persona abrirse al perdón de Dios:
· Hay quienes no sienten necesidad de perdón alguno pues viven de manera irresponsable o con corazón endurecido. No necesitan de Dios para resolver sus problemas.
· Hay otros que se sienten indignos de ser perdonados. Piensan que su pecado es más poderoso que el amor infinito de Dios. Oprimidos por el peso de la culpa, se cierran a toda esperanza.
· Hay también quienes no se perdonan a sí mismos. Viven obsesionados por oscuros recuerdos y remordimientos inútiles. Nunca podrán sentirse purificados.
Recibir el perdón de Dios es gustar su misericordia, interiorizar en nosotros su bondad y experimentar agradecidos su acción renovadora. El perdón de Dios no consiste simplemente en que Dios «olvida» nuestro pecado o «no lo tiene en cuenta». Dios no es como nosotros. Para Dios perdonar es «quitar el pecado», hacerlo desaparecer, devolver la inocencia. El perdón de Dios es perdón total y absoluto, gracia que regenera, nuevo comienzo de todo, seguridad y paz íntima. No lo olvidemos, frente a las condenas de los demás, frente al remordimiento y los reproches de nosotros mismos, en Dios siempre encontramos la misma actitud de comprensión y de perdón sin límites.
Soñando un futuro nuevo para la mujer en la Iglesia

Sueño una Iglesia que es realmente una comunidad donde mujeres y hombres concentramos nuestras fuerzas en hacer verdad la Buena Noticia, luchando por expulsar los “demonios” de la pobreza, la injusticia, la violencia, la violación de los derechos humanos, la explotación y el tráfico sexual de mujeres y niñas, la explotación laboral, la violación como arma de guerra…
Sueño una Iglesia en la que los ministerios no estén concentrados en manos de los sacerdotes, sino que cualquiera de ellos pueda ser ejercido, desde la llamada de Dios, el reconocimiento de la comunidad que elije y designa a las personas que están capacitadas para ello, sin ninguna discriminación sexual. Una Iglesia cuidadora del cosmos y de toda la vida del planeta.
Sueño una Iglesia en la que los lugares de decisión y gobierno no estén condicionados por el sexo sino por la preparación, el amor y la capacidad de servir a la comunidad y de un modo prioritario a los más necesitados.
Una Iglesia donde las mujeres dejamos de ocupar los bancos como escuchadoras y pasantes de los cestillos, para tomar la palabra y constituirnos en sujetos activos de las celebraciones litúrgicas y sacramentales, en un servicio rotativo, igualitario cuyo requisito no sea ser varón y clérigo, sino ser personas preparadas y dispuestas a servir así a la comunidad.
Una iglesia toda ella tan sensible a la lacra de la violencia machista, que sea la primera en salir a la calle y animar a hacer lo mismo a la sociedad, cada vez que una mujer es asesinada o maltratada.
Sueño una Iglesia donde ninguna mujer tenga que aceptar la situación clandestina de “amante secreta” de ningún clérigo, porque el celibato no sea una obligación sino una opción en libertad.
Una iglesia donde las congregaciones religiosas femeninas, tengan los mismos derechos que las masculinas. Una Iglesia que haga imposible que se digan cosas como las que dijo San Juan Crisóstomo: “Qué soberana peste la mujer, ella es la causa del mal, la autora del pecado, la puerta del infierno, la fatalidad de nuestras miserias”.
O como las de Tertuliano: “¿No os dais cuenta de que cada uno de vosotras sois una Eva? La maldición de Dios sobre vuestro sexo sigue plenamente vigente en nuestros días. Culpables tenéis que cargar con sus infortunios. Vosotras sois la puerta del mal, vosotras violasteis el árbol sagrado fatal; vosotras fuisteis las primeras en traicionar la ley de Dios; vosotras debilitasteis con vuestras palabras zalameras al único sobre el que el mal no pudo prevalecer por la fuerza. Con toda facilidad destruisteis la imagen de Dios, a Adán. Sois la únicas que merecíais la muerte; por culpa vuestra el Hijo de Dios tuvo que morir”.
Sueño una iglesia donde no se considere palabra de Dios, sino palabra de varón, textos denigrantes para la mujer como las siguientes:
“El ángel que hablaba conmigo me dijo: alza los ojos y mira, ¿qué aparece? Pregunté: ¿qué? Me contestó: Un recipiente de veinte y dos litros; así de grande es la culpa en todo el país. Entonces se levantó la tapadera de plomo y apareció una mujer sentada dentro del recipiente. Me explicó: Es la maldad. La empujó dentro del recipiente y puso la tapa de plomo” (Zac 5,5-8)”.
Ni se vuelva a leer en ninguna liturgia otros textos, más cercanos, como los de Pablo, mandando callar a las mujeres en la Iglesia, pidiéndoles sometimiento a sus maridos, proclamando al varón cabeza de la mujer. Y si por casualidad se lean que sea para decir: “esta no es palabra de Dios y por ellas no te alabamos Señor.”
Una Iglesia que recupere la memoria y reconozca que quién fue tentación no fue la mítica Eva, sino el personaje histórico Pedro a quien Jesús llamó Satanás.
Sigo soñando una Iglesia en la que, la imagen de Dios sea fiel a la verdad de que Dios creó al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza, y ya nunca más se excluya de la representación de Dios el cuerpo de la mujer y su sexualidad. Que de una vez por todas el cuerpo femenino deje de ser no apto para revelar a Dios.
Una Iglesia en la que las orientaciones de moral sexual y familiar sean hechas por hombres y mujeres casados que desde su experiencia y su preparación puedan, de verdad, no solo orientar, sino ser testigos creíbles de aquello que proponen a los demás.
Una iglesia que tenga un lenguaje litúrgico no sexista, ni patriarcal y reconozca que Dios tiene hijos e hijas, hermanas y hermanos…y donde no ocurra, lo que acontece ahora tantas veces, que en una liturgia donde prácticamente sólo hay mujeres, la persona que presida la Eucaristía, las invisibiliza en su lenguaje y se dirige al público todo el tiempo en masculino.
Una Iglesia que se tome en serio y sepa respetar no sólo la teología que elaboran los teólogos sino también la que elaboran las teólogas, y sea paritaria la presencia de mujeres y hombres en las facultades de teología y en los centros de formación sacerdotales y laicales. Aunque, pensándolo bien quizás lo ideal es que desaparecieran el dualismo clerical/laical.
Sueño y sueño y no dejo de soñar… una comunidad eclesial fiel a Jesús de Nazaret. Él hizo verdad una comunidad de iguales, sin exclusión alguna, una familia de iguales, sin relaciones de poder jerarquizado. Lo expresó muy claro: llamándolos amigos y no siervos (Jn 15,15), pidiéndonos que no llamásemos padre, ni maestro a nadie más que a Dios, porque todos los demás somos hermanos y hermanas. Hizo visible la comunidad que quería lavando los pies a los suyos y diciéndole a Pedro que si no entiende ese gesto suyo no puede formar parte de la nueva familia (Jn 13,6-8).
Sueño una iglesia que, como Jesús, cambie radicalmente la mirada sobre las mujeres:
· No como objetos sino como sujetos autónomos y libres
· No como reproductoras sino como constructoras del Reino de Dios
· No como cuerpos tentadores sino como amigas entrañables suyas
· No como inferiores en nada sino como iguales en todo: en dignidad, derechos, deberes...
· No para estar detrás y debajo de nadie sino junto a…, al lado de…
· No como ignorantes que nada tienen que decir sino como “maestras” de las que él aprendió
· Dentro de la comunidad, ejerciendo los mismos roles y funciones que los varones
· No solo dentro del hogar sino donde la vida nos cite, donde Dios nos llame
· No como imposibilitadas para mostrar el rostro de Dios sino como revelación suya
Es hora de despertar y no quiero, no quiero encontrarme con la realidad que ahora vivimos las mujeres en la Iglesia, pero es preciso despertar, levantarnos, liberarnos, arriesgarse a tocar lo prohibido por leyes y preceptos patriarcales, es preciso unirnos, trabajar al unísono mujeres y hombres en la Iglesia para ir empujando esta Iglesia nuestra, santa y pecadora, en la dirección del sueño de Dios: una comunidad de hermanas/os.
En esta hermosa y ardua tarea todos y todas necesitamos convertirnos a la Buena Noticia del Reino y su llamada a creer en ella y a hacerla verdad en la historia, en la Iglesia.
Emma Martínez Ocaña
En el Día Internacional de las Mujeres...

ECLESALIA, 08/03/10.- Nosotras, mujeres creyentes, quisiéramos que la Iglesia siguiese el ejemplo de Jesús en el reconocimiento de la mujer en todos los ámbitos de su vida. Hoy, en el siglo XXI, queremos decir y hacer lo que Él nos enseñó.
Las primeras palabras que las mujeres oyeron después de la resurrección de Jesús fueron: “Id a decir…” (Mc.16,7) También nosotras, con esta fuerza de enviadas a proclamar su Palabra.
M A N I F E S T A M O S
I – Que hace veinticuatro años que nuestro COLLECTIU trabaja por la paridad inspiradas en el Evangelio, que nos reconoce a todas y a todos hijas e hijos de Dios. El conocimiento de la historia evidencia un balance que pone de relieve algunas realidades crueles por parte de la jerarquía eclesiástica respecto a las mujeres.
II – Que pedimos que el celibato religioso sea voluntario, entre otras razones más profundas, por no tener que pasar por la vergüenza de las acusaciones de pederastia.
III – Que las mujeres, hoy, estamos en la Iglesia: transmitiendo la fe a través de la catequesis; la mayoría, como mujeres, nos responsabilizamos de las personas más débiles y desvalidas, desde la acogida que se hace a través de Cáritas y otras instituciones; trabajamos también en distintos campos, entre ellos el de la salud, que fue una preocupación prioritaria de Jesús…
IV – Que continuaremos caminando, siguiendo a Cristo, amando a todas las hermanas y hermanos de la humanidad. Pero si la actitud de una gran parte de la jerarquía de la Iglesia Católica, no reconoce en la práctica que Dios creó al ser humano mujer-hombre en igualdad de derechos (Gal. 3,28), quizá llegue un día, no muy lejano, en que las mujeres tendremos que dejar de prestar TODOS LOS SERVICIOS a esta Iglesia nuestra.
V – Entendiendo que todos nuestros trabajos forman parte del Ministerio de la Iglesia, ¿por qué no son reconocidos como tales?
Por todo esto, las mujeres católicas,
- queremos ser fieles al envío de Jesús, celebrando con gozo nuestra fe, nuestro hacer y nuestras palabras de respuesta a la Ruah, (Espíritu)
- tenemos el deber de no permitir que esta situación continúe y desde aquí animamos a todas las mujeres católicas a tomar conciencia de lo que representa esta marginación.
Para las mujeres no hay “siete” sacramentos, sino “seis”.
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia). 8 de marzo de 2010
3º Domingo Cuaresma 7 marzo 2010

En aquella ocasión se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús les contestó: - ¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no. Y si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.
Y les dijo esta parábola: Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró.
Dijo entonces al viñador: - Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?
Pero el viñador contestó: - Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortarás.: Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas".
¿DÓNDE ESTAMOS NOSOTROS? José Antonio Pagola.
Jesús responde que las víctimas no eran más pecadores que los demás. Rechaza la creencia tradicional de que las desgracias son un castigo de Dios. Jesús no piensa en un Dios "justiciero" que va castigando a sus hijos e hijas repartiendo aquí o allá enfermedades, accidentes o desgracias, como respuesta a sus pecados.
Después, cambia la perspectiva del planteamiento. Vuelve su mirada hacia los presentes y los enfrenta consigo mismos: han de escuchar en estos acontecimientos la llamada de Dios a la conversión y al cambio de vida.
Hoy estamos sobrecogidos por la tragedia de Haití y de Chile ¿Cómo interpretar estos acontecimientos desde la actitud de Jesús? Lo primero no es preguntarnos dónde está Dios, sino dónde estamos nosotros. La pregunta que puede encaminarnos hacia una conversión no es "¿por qué permite Dios esta horrible desgracia?", sino "¿cómo consentimos nosotros que tantos seres humanos vivan en la miseria, tan indefensos ante la fuerza de la naturaleza?".
Dios está en las víctimas, defendiendo su dignidad y en los que luchan contra el mal, alentando su combate.
2º domingo cuaresma, 28 febrero 2010

En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que se iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: - Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. No sabía lo que decía. Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: - Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle. Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto. Palabra del Señor.
ESCUCHAR SOLO A JESÚS José Antonio Pagola
Alzheimer

Era una mañana agitada, eran las 8:30, cuando un señor mayor, de unos 80 años, llegó al hospital para que le sacaran los puntos de un pulgar. El señor dijo que estaba apurado y que tenía una cita a las 9:00 am.
Comprobé sus señales vitales y le pedí que tomara asiento, sabiendo que quizás pasaría más de una hora antes de que alguien pudiera atenderlo. Lo vi mirando su reloj y decidí, que ya que no estaba ocupado con otro paciente, podría examinar su herida. Durante el examen, comprobé que estaba curado, entonces le pedí a uno de los doctores, algunos elementos para quitarle las suturas y curar su herida.
Mientras le realizaba las curas, le pregunté si tenía una cita con otro médico esa mañana, ya que lo veía tan apurado. El señor me dijo que no, que necesitaba ir al geriátrico para desayunar con su esposa. Le pregunté sobre la salud de ella.
Él me respondió que ella hacía tiempo que estaba allí ya que padecía de Alzheimer. Le pregunté si ella se enfadaría si llegaba un poco tarde. Me respondió que hacia tiempo que ella no sabía quien era él, que hacía cinco años que ella no podía ya reconocerlo.
Me sorprendió, y entonces le pregunté, '¿Y usted sigue yendo cada mañana, aun cuando ella no sabe quién es usted? Él sonrió y me acarició la mano, me contestó: 'Ella no sabe quien soy, pero yo aún sé quién es ella.'
Se me erizó la piel, y tuve que contener las lágrimas mientras él se iba, y pensé: 'Ese es el tipo de Amor que quiero en mi Vida.'
El Amor Verdadero no es físico, ni romántico. El Amor Verdadero es la aceptación de todo lo que es, ha sido, será y no será.
"¡La vida no se trata de cómo sobrevivir a una tempestad, sino cómo bailar bajo la lluvia!"
1º Domingo Cuaresma 21 febrero 2010

Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo. Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: - Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan. Jesús le contestó: - Está escrito: «No sólo de pan vive el hombre». Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo: - Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo. Jesús le contestó: - Está escrito: «Al Señor, tu Dios, adorarás y a él sólo darás culto». Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: - Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: «Encargará a los ángeles que cuiden de ti», y también: «Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras». Jesús le contestó: - Está mandado: «No tentarás al Señor, tu Dios». Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.
IDENTIFICAR LAS TENTACIONES José Antonio Pagola. Las tentaciones experimentadas por Jesús son planteamientos en los que se le proponen maneras falsas de entender y vivir su misión. Sus tentaciones nos ayudan a identificar las que puede experimentar hoy su Iglesia y quienes la formamos.
En la primera tentación, Jesús renuncia a utilizar a Dios para «convertir» las piedras en panes y saciar así su hambre. No seguirá ese camino. No vivirá buscando su propio interés. No utilizará al Padre de manera egoísta. Se alimentará de la Palabra viva de Dios. Sólo «multiplicará » los panes para alimentar el hambre de la gente.
Ésta es probablemente la tentación más grave de los cristianos de los países ricos: utilizar la religión para completar nuestro bienestar material, tranquilizar nuestras conciencias y vaciar nuestro cristianismo de compasión.
En la segunda tentación, Jesús renuncia a obtener «poder y gloria» a condición de someterse como todos los poderosos a los abusos, mentiras e injusticias en que se apoya el poder. El reino de Dios no se impone, se ofrece con amor.
En estos tiempos de pérdida de poder social es tentador para la Iglesia tratar de recuperar el «poder y la gloria» de otros tiempos.
En la tercera tentación, Jesús renuncia a cumplir su misión recurriendo al éxito fácil y la ostentación. Nunca pondrá a Dios al servicio de su vanagloria. Estará entre los suyos como el que sirve.
Siempre será tentador para algunos utilizar el espacio religioso para buscar reputación, renombre y prestigio.
4º domingo tiempo ordinario 31 enero 2010

NECESITAMOS PROFETAS (José Antonio Pagola)
3º Domingo Tiempo Ordinario 24 enero 2010

Antes de comenzar a narrar la actividad de Jesús, Lucas quiere dejar muy claro a sus lectores cuál es la pasión que impulsa al Profeta de Galilea y cuál es la meta de toda su actuación. Los cristianos han de saber en qué dirección empuja a Jesús el Espíritu de Dios, pues seguirlo es precisamente caminar en su misma dirección.
Jesús en la sinagoga de su pueblo: se pone de pie, recibe el libro sagrado, busca él mismo un pasaje de Isaías, lee el texto, cierra el libro, lo devuelve y se sienta. Todos han de escuchar con atención las palabras escogidas por Jesús.
Gracias
2º Domingo Tiempo Ordinario. 17 enero 2010

Juan 2,1-11
En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino, y la madre de Jesús le dijo: «No les queda vino». Jesús le contestó: «Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora». Su madre dijo a los sirvientes: «Haced lo que él diga». Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dijo: «Llenad las tinajas de agua». Y las llenaron hasta arriba. Entonces les mandó: «Sacad ahora y llevádselo al mayordomo». Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al novio y le dijo: «Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora». Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria y creció la fe de sus discípulos en él.
El evangelista Juan no dice que Jesús hizo "milagros" o "prodigios". Él los llama "signos" porque son gestos que apuntan hacia algo más profundo de lo que pueden ver nuestros ojos. En concreto, los signos que Jesús realiza, orientan hacia su persona y nos descubren su fuerza salvadora.
En esa "transformación del agua en vino" se nos propone la clave para captar el tipo de transformación salvadora que opera Jesús y el que, en su nombre, han de ofrecer sus seguidores.
Todo ocurre en el marco de una boda, la fiesta humana por excelencia, el símbolo más expresivo del amor. La salvación de Jesucristo ha de ser vivida como una fiesta que da plenitud a las fiestas humanas cuando éstas quedan vacías, «sin vino».
El relato sugiere algo más. El agua solo puede ser saboreada como vino cuando, siguiendo las palabras de Jesús, es «sacada» de seis grandes tinajas de piedra, utilizadas por los judíos para sus purificaciones. No se puede evangelizar de cualquier manera. Para comunicar la fuerza transformadora de Jesús no bastan las palabras, son necesarios los gestos. Evangelizar no es solo hablar, predicar o enseñar; menos aún, juzgar, amenazar o condenar. Es necesario actualizar los signos que Jesús hacía.
A muchos la palabra de la Iglesia los deja indiferentes. Nuestras celebraciones los aburren. Necesitan conocer más signos cercanos y amistosos por parte de la Iglesia para descubrir en los cristianos la capacidad de Jesús para aliviar el sufrimiento y la dureza de la vida.
Jesucristo es esperado por muchos como una fuerza y un estímulo para existir. Si solo conocen una "religión aguada" y no pueden saborear algo de la alegría festiva que Jesús contagiaba, muchos seguirán alejándose