San Antonio fue un sacerdote franciscano, al que la Iglesia reconoce como doctor de la Iglesia. Nació en Lisboa el 15 de agosto de 1191 o 1192, y murió en Italia el 13 de juno de 1231. Su padre era caballero al servicio del rey Alfonso I de Portugal, y su madre María de familia noble. San Antonio fue bautizado con el nombre de Fernando. Tenía una hermana, llamada María.
Fue educado en la escuela de la Catedral. No le atrajo la brillante manera de vida de fortuna y disfrute, y escogió otra manera de vida: ingresó en los canónigos regulares de San Agustín. Todos intentan recuperar a Fernando, al que consideran un extraviado de la familia y de la sociedad. Esta crisis la resuelve S. Antonio renunciando a la herencia paterna, y optando por una vida consagrada.
En el año 1219, Fernando descubre una nueva orden y decide ingresar en ella por la vida de fraternidad, la predicación, su acercamiento a los pobres, porque iban itinerantes, por la necesidad de trabajar para ganarse el sustento, y el recurso a la limosna solo en caso de necesidad. Son los franciscanos. En ese momento cambió el nombre de Fernando por el de Antonio. Pasó de un monasterio prestigioso, a nivel social y económico, a una orden nueva sin fama ni reputación.
Marcha a Marruecos. Enseguida cae enfermo y Antonio tiene que volver a Portugal, renunciando a todas sus ilusiones y proyectos allí. Recuperado y fortalecido, se dedica la predicación al pueblo de Dios, siendo altavoz de la Buena Noticia. Después se le pide que estudie teología en Bolonia y la enseñe a sus hermanos franciscanos.
Su vida consistió en vivir como cristiano, en diálogo con quienes tenían ideas distintas, llevar una vida austera y pobre, cerca del pueblo y los que sufren. Los bienes, fuera de lo estrictamente necesario considera que pertenecen a los pobres.
En Padua pasó el último año de su vida. Era una ciudad universitaria. Allí, aunque ya retirado por su delicado estado de salud, llevó una intensa vida de predicación. La gente acudía a él para verle, pedirle consejo y escucharle.
El día de su muerte, en la tarde del 13 de junio de 1231, viernes, mientras le iban faltando las fuerzas, su rostro manifestaba una gran paz interior; alguno de los presentes le preguntó: ¿qué ves?, a lo que Antonio contestó: "Veo a mi Señor".
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