"rogad al dueño de la mies que mande obreros a su mies" (Mt 9,36-10,8)Jesús vivía muy atento a las personas necesitadas que encontraba en su camino; no es capaz de pasar de largo sin hacer algo por aliviar su sufrimiento. Le dolía de forma especial "sentía compasión": no se trata de un sentimiento pasajero, sino de una manera de vivir. De ese sentimiento nace su decisión de pedir a los doce apóstoles su colaboración, para enviarlos a las "ovejas de Israel".
Les da autoridad, pero lo que les regala no es un poder sagrado para que lo utilicen en su propio provecho o según su voluntad; no es un poder para gobernar como lo hacen los jefes de los pueblos; es un poder para "expulsar espíritus malignos" y "curar toda enfermedad y dolencia".
Toda la autoridad que hay en la Iglesia se fundamenta en esta compasión de Jesús por el pueblo que sufre. Y su finalidad es curar, aliviar el sufrimiento y hacer el bien. Es un regalo de Jesús, sin hacer ningún mérito para ello. Los que lo ejercen lo han de hacer gratis. ¿Vivimos así la autoridad en la Iglesia?
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