Entre los primeros cristianos había, sin duda, discípulos «buenos» y discípulos «malos». Hoy, en la comunidad cristiana, hay discípulos «sensatos» que están actuando de manera responsable e inteligente, y hay discípulos «necios» que actúan de manera frívola y descuidada.
Hay algunos que «escuchan las palabras de Jesús», y «las ponen en práctica», toman en serio el Evangelio y lo practican en su vida; van construyendo su vida y la de la Iglesia sobre la autenticidad y la verdad de Jesús.
Pero hay también quienes escuchan las palabras de Jesús, y «no las ponen en práctica», construyen sobre el vacío. Si fuera sólo por ellos, el cristianismo sería pura fachada, sin fundamento real en Jesús.
Otra parábola: un grupo de jóvenes salen, llenas de alegría, a esperar al esposo, para acompañarlo a la fiesta de su boda. Desde el comienzo se nos advierte que unas son «sensatas» y otras «necias».
El mensaje es claro y urgente. Es una insensatez escuchar el Evangelio, sin esforzarse en vivirlo: es construir un cristianismo sobre arena.
Y es una necedad confesar a Jesucristo con una vida vacía de su espíritu y su verdad: es esperar a Jesús con las «lámparas apagadas». No podemos retrasar más nuestra conversión.
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