El humor, y su manifestación más popular que es el chiste, no es sólo un signo de inteligencia, sino la manera más sutil de rebelarse contra la opresión. La protesta del chiste es inteligente, porque pone al descubierto las vergüenzas ocultas del opresor; es también inútil, -¡qué duda cabe!- porque se queda en las palabras, único espacio en que pueden moverse los débiles.
Hacemos humor negro de difuntos y disminuidos, porque nos asusta el dolor y nos aterroriza la muerte; chistes verdes porque nos han hecho tenerle miedo al sexo; chistes de curas y monjas porque nos pesan en el alma siglos de religiosidad impuesta; chistes de política, porque suba quien suba, nos seguirán pisando.
La temática de nuestro humor tiene siempre en el centro lo que nos oprime. Y si no, analice el lector...
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