La búsqueda de una salida para la crisis económico-financiera mundial está rodeada de riesgos. El primero es que los países ricos busquen soluciones que resuelvan sus problemas, olvidando el carácter interdependiente de todas las economías. La inclusión de los países emergentes poco significó puesto que sus propuestas nunca fueron tenidas en cuenta. Siguió prevaleciendo la lógica neoliberal que garantiza a los ricos quedarse con la parte del león.
El segundo es perder de vista las otras crisis, la ecológica, la climática, la energética y la alimentaria. Concentrarse solo en el problema económico, sin considerar las demás es garantizar la no sostenibilidad a mediano plazo.
El tercer riesgo, el más grave, consiste en mejorar las regulaciones existentes, en lugar de buscar alternativas, con la ilusión de que el viejo modelo neoliberal aún tiene capacidad para volverse creativo frente al caos actual.
El problema mayor es que el ser humano, voraz e irresponsable, que ama más la muerte que la vida, más el lucro que la cooperación, más su bienestar individual que el bien de toda la comunidad de vida. Si los responsables de las decisiones globales no tienen en cuenta la interdependencia de todas estas cuestiones y no arman una coalición de fuerzas capaz de convertirlas en una ecuación, estaremos literalmente perdidos.
Si existiese un mínimo de buen sentido, encontraríamos la solución del cataclismo económico y de los principales problemas infra-estructurales de la humanidad. Basta con solo proceder a un desarme amplio y general ya que no existen enfrentamientos entre potencias militares. La fabricación de armas impulsada por el complejo militar-industrial, es la segunda mayor fuente de lucro del capital, El presupuesto militar mundial es del orden de un trillón cien billones de dólares por año. En Irak ya se llevan gastados dos trillones de dólares y este año el gobierno usamericano ya ha encargado armas por el valor de un trillón y medio de dólares.
Algunos estudios llevados a cabo por organizaciones pacifistas han calculado que con solo 24 billones de dólares (24 mil millones) por año, es decir apenas un 2,6% del total del presupuesto militar, podría reducirse a la mitad el hambre en el mundo. Con doce billones (12 mil millones) un 1,3% del presupuesto se podría garantizar la salud reproductiva de todas las mujeres de la Tierra.
Con gran coraje el actual presidente de la Asamblea de la ONU, denunciaba en su discurso inaugural de mediados de octubre que existen 31 mil ojivas guardadas en depósitos, 13 mil distribuidas en varios lugares del mundo y 4.600 en estado de alerta máximo, es decir en condiciones de ser lanzadas en pocos minutos.
La fuerza destructiva de esas armas es de alrededor de 5 mil megatoneladas, una fuerza 200mil veces más destructiva que la arrojada sobre Hiroshima. Sumadas a las armas químicas y biológicas, puede llegarse a destruir de 25 diferentes maneras a toda la especie humana. Plantear el desarme no es una ingenuidad, es ser racional y garantizar la vida que ama la vida y huye de la muerte. Aquí se ama la muerte.
Solo este hecho muestra que la humanidad actual está formada en gran parte por gente irracional, violenta, obtusa, enemiga de la vida y de sí misma. Ha cambiado sustancialmente la naturaleza de la guerra moderna. Antes moría el que iba a la guerra. Actualmente las principales víctimas son los civiles, los que no van a la guerra. De cada cien muertos en la guerra, 7 son soldados y 93 civiles, 34 de ellos niños.
En la guerra de Irak ya han muerto 600 mil civiles y solo 3 mil soldados aliados. Hoy en día asistimos a algo absolutamente inédito y extremadamente irracional: la guerra contra la Tierra. Las guerras siempre se hicieron contra ejércitos, pueblos y naciones, ahora todos juntos le hacemos la guerra a La Tierra: no dejamos de agredirla un solo momento, de explotarla hasta hacerle entregar toda su sangre. Y encima invocamos la legitimación divina de nuestro crimen, pues cumplimos con el mandato de “multiplicaos, poblad y sojuzgad la tierra” (Genesis 1,28)
Si es así, ¿hacia donde vamos? Desde luego que no hacia el reino de la vida.
*Leonardo Boff es teólogo y escritor.
El segundo es perder de vista las otras crisis, la ecológica, la climática, la energética y la alimentaria. Concentrarse solo en el problema económico, sin considerar las demás es garantizar la no sostenibilidad a mediano plazo.
El tercer riesgo, el más grave, consiste en mejorar las regulaciones existentes, en lugar de buscar alternativas, con la ilusión de que el viejo modelo neoliberal aún tiene capacidad para volverse creativo frente al caos actual.
El problema mayor es que el ser humano, voraz e irresponsable, que ama más la muerte que la vida, más el lucro que la cooperación, más su bienestar individual que el bien de toda la comunidad de vida. Si los responsables de las decisiones globales no tienen en cuenta la interdependencia de todas estas cuestiones y no arman una coalición de fuerzas capaz de convertirlas en una ecuación, estaremos literalmente perdidos.
Si existiese un mínimo de buen sentido, encontraríamos la solución del cataclismo económico y de los principales problemas infra-estructurales de la humanidad. Basta con solo proceder a un desarme amplio y general ya que no existen enfrentamientos entre potencias militares. La fabricación de armas impulsada por el complejo militar-industrial, es la segunda mayor fuente de lucro del capital, El presupuesto militar mundial es del orden de un trillón cien billones de dólares por año. En Irak ya se llevan gastados dos trillones de dólares y este año el gobierno usamericano ya ha encargado armas por el valor de un trillón y medio de dólares.
Algunos estudios llevados a cabo por organizaciones pacifistas han calculado que con solo 24 billones de dólares (24 mil millones) por año, es decir apenas un 2,6% del total del presupuesto militar, podría reducirse a la mitad el hambre en el mundo. Con doce billones (12 mil millones) un 1,3% del presupuesto se podría garantizar la salud reproductiva de todas las mujeres de la Tierra.
Con gran coraje el actual presidente de la Asamblea de la ONU, denunciaba en su discurso inaugural de mediados de octubre que existen 31 mil ojivas guardadas en depósitos, 13 mil distribuidas en varios lugares del mundo y 4.600 en estado de alerta máximo, es decir en condiciones de ser lanzadas en pocos minutos.
La fuerza destructiva de esas armas es de alrededor de 5 mil megatoneladas, una fuerza 200mil veces más destructiva que la arrojada sobre Hiroshima. Sumadas a las armas químicas y biológicas, puede llegarse a destruir de 25 diferentes maneras a toda la especie humana. Plantear el desarme no es una ingenuidad, es ser racional y garantizar la vida que ama la vida y huye de la muerte. Aquí se ama la muerte.
Solo este hecho muestra que la humanidad actual está formada en gran parte por gente irracional, violenta, obtusa, enemiga de la vida y de sí misma. Ha cambiado sustancialmente la naturaleza de la guerra moderna. Antes moría el que iba a la guerra. Actualmente las principales víctimas son los civiles, los que no van a la guerra. De cada cien muertos en la guerra, 7 son soldados y 93 civiles, 34 de ellos niños.
En la guerra de Irak ya han muerto 600 mil civiles y solo 3 mil soldados aliados. Hoy en día asistimos a algo absolutamente inédito y extremadamente irracional: la guerra contra la Tierra. Las guerras siempre se hicieron contra ejércitos, pueblos y naciones, ahora todos juntos le hacemos la guerra a La Tierra: no dejamos de agredirla un solo momento, de explotarla hasta hacerle entregar toda su sangre. Y encima invocamos la legitimación divina de nuestro crimen, pues cumplimos con el mandato de “multiplicaos, poblad y sojuzgad la tierra” (Genesis 1,28)
Si es así, ¿hacia donde vamos? Desde luego que no hacia el reino de la vida.
*Leonardo Boff es teólogo y escritor.
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