Los compromisos de la Pascua



El que celebra la Pascua tiene que vivirla. Y el que vive la Pascua no hace falta que se esfuerce mucho para ser testigo de la resurrección, le saldrá espontáneamente. Ser testigo de la resurrección es algo muy hermoso, pero, dada la cultura de muerte que impera entre nosotros, exige no pocos compromisos. Por ejemplo, el testigo de la Pascua debe:


• Luchar contra todo lo que origina muerte y conduce a la muerte, contra los violentos e injustos, contra los que siguen crucificando la vida y sembrando la corrupción. Defender la vida en plenitud. Esta defensa vale para la naturaleza toda. El hombre de Pascua debe ser el mejor ecologista.


• Combatir, por lo mismo, las causas de la pobreza, las estructuras opresivas e insolidarias, el egoísmo que anida en el corazón del hombre y en el corazón del mundo.


• Defender la libertad verdadera contra toda situación esclavizante. Esta situación puede ser íntima e individual, puede ser familiar, social y aun eclesiástica. «Para ser libres nos libertó Cristo» (Gál 5, 1). La Pascua es siempre fiesta de liberación.

• Trabajar por la paz. La paz es también un don de la Pascua que Cristo resucitado ofrecía a sus discípulos. El que vive la Pascua debe irradiar la paz y debe construir la paz, dondequiera se sienta herida o amenazada.

• Ser testigo de alegría y esperanza. Saber dar razón de nuestra fe ante todos aquellos que no creen en la primavera y no quieren florecer. Decir que los ideales son necesarios y que las utopías son posibles. Desde que resucitó nuestro Señor Jesucristo, todas las metas son alcanzables.

• Vivir en la verdad. Nos hemos acostumbrado no sólo a decir mentiras, sino a vivir en la mentira; es decir, a no sentir lo que decimos, a no expresar lo que pensamos, a no cumplir lo que prometemos, a no ser lo que aparentamos, a no vivir lo que creemos y profesamos. Pero la Pascua es luz, transparencia total. El hombre resucitado se esfuerza por desenmascarar la hipocresía de la vida.

• Vivir en el amor. Es el secreto último de la Pascua y la fuerza que lleva a la resurrección. Un hombre resucitado es un hombre que perdona, que comprende, que sufre, que comparte, que se entrega. En una sociedad egoísta e inmisericorde, él debe poner misericordia. «El debe ser el corazón de un mundo sin corazón».

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