Los cristianos no terminamos de creer en el Dios increíblemente bueno del que habla Jesús. Los predicadores no acertamos a presentarlo con convicción. Nosotros seguimos con nuestras ideas acerca de Dios.
El mensaje de Jesús rompe todos nuestros esquemas. El dueño de la viña no se fija en el esfuerzo y trabajo que han realizado los diversos grupos de obreros sino en lo que necesitan para vivir. Así es Dios, dice Jesús.
Aunque a nosotros nos sorprenda, Dios no está mirando nuestros méritos sino nuestras necesidades. Por eso, Dios increíblemente bueno, nos regala incluso lo que no nos merecemos. Apliquemos esto a nuestra manera de tratar a las personas.
¿Tratamos a los demás por los méritos que han hecho, o por lo que necesitan? ¿Cómo tratan unos padres a su hijo pequeño?
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