"La Iglesia debe tener el valor de reformarse" (cardenal Carlo Maria Martini, Turín, 1927).
El cardenal Martini ha sido rector de la Universidad Gregoriana de Roma, arzobispo de Milán, la mayor diócesis del mundo. Es jesuita, publica libros, escribe en los periódicos y debate con intelectuales. En 1999 pidió la convocatoria de un nuevo concilio para concluir las reformas aparcadas por el Vaticano II. Ahora publica en Alemania (en la editorial Herder) el libro Coloquios nocturnos en Jerusalén, a modo de testamento espiritual.
Lo que reclama Martini es coraje para reformarse y cambios concretos. El celibato, sostiene Martini, debe ser una vocación porque "quizás no todos tienen el carisma". Espera la autorización del preservativo. Y no le asusta un debate sobre el sacerdocio, negado a las mujeres, porque "encomendar cada vez más parroquias a un párroco o importar sacerdotes del extranjero no es una solución".
Sobre el sexo entre jóvenes, Martini pide no derrochar relaciones y emociones, aprendiendo a conservar lo mejor para la unión matrimonial.
Dice: "Por desgracia, la encíclica Humanae Vitae ha tenido consecuencias negativas. Pablo VI quiso asumir la responsabilidad de decidir a propósito de los anticonceptivos. Esta soledad en la decisión no ha sido, a largo plazo, una premisa positiva para tratar los temas de la sexualidad y de la familia". Martini pide una "nueva mirada" a este asunto, cuarenta años después del concilio.
Sobre la homosexualidad, el cardenal dice con sutileza: "Entre mis conocidos hay parejas homosexuales. Nunca se me ha pedido, ni se me habría ocurrido, condenarlos".
Martini reconoce que le pregunta a Dios: "¿Por qué no nos ofreces mejores ideas? ¿Por qué no nos haces más fuertes en el amor y más valientes para afrontar los problemas actuales? ¿Por qué tenemos tan pocos curas?"
Hoy está retirado y enfermo. Ahora ve la vida de otra manera; lo cuenta así: "Ha habido una época en la que he soñado con una Iglesia en la pobreza y en la humildad, que no depende de las potencias de este mundo. Una Iglesia que da espacio a las personas que piensan más allá. Una Iglesia que transmite valor, en especial a quien se siente pequeño o pecador. Una Iglesia joven. Hoy ya no tengo esos sueños. Después de los 75 años he decidido rogar por la Iglesia".
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