Dijo Juan a Jesús: - Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros. Jesús respondió: - No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros, está a favor nuestro. Y, además, el que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la Vida, que ir con las dos manos al infierno, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la Vida, que ser echado con los dos pies al infierno. Y si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios, que ser echado con los dos ojos al infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.
Los cristianos no terminamos de superar una mentalidad de casta privilegiada que nos impide apreciar todo el bien que se realiza en ámbitos alejados de la fe. Pensamos que somos nosotros los únicos portadores de la verdad, y que el Espíritu de Dios sólo actúa a través de nosotros. Una falsa interpretación del mensaje de Jesús. El reino de Dios se extiende más allá de la institución eclesial. No crece sólo entre los cristianos sino entre todos aquellos hombres de buena voluntad que hacen crecer en el mundo la fraternidad. Según Jesús, todo aquél que «echa demonios en su nombre» está evangelizando. Todo hombre, grupo o partido capaz de «echar demonios» de nuestra sociedad y de colaborar en la construcción de un mundo mejor, está, de alguna manera, abriendo camino al reino de Dios. Es fácil que también a nosotros como a los discípulos, nos parezca que no son de los nuestros, porque no entran en nuestras iglesias ni asisten a nuestros cultos. Sin embargo, según Jesús, «el que no está contra nosotros, está a favor nuestro». Todos los que, de alguna manera, luchan por la causa del hombre, están con nosotros. Los cristianos deberíamos valorar todos los logros humanos grandes o pequeños, y todos los triunfos de la justicia que se alcanzan en el campo político, económico o social. Los políticos que luchan por una sociedad más justa, los periodistas que se arriesgan por defender la verdad y la libertad, los obreros que logran una mayor solidaridad, los educadores que se desviven por educar para la responsabilidad; aunque no parezcan siempre ser de los nuestros, «están a favor nuestro» si se esfuerzan por un mundo más humano.
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